La crítica es muy fácil, sobre todo si no va dirigida hacia nosotros mismos. Quien no ha criticado a la oposición, a quien no piensa lo mismo que tú. Lógicamente si resolviésemos todos, los mismos problemas de igual forma, mínimo, sería una sociedad un poco aburrida, en la diversidad de opiniones esta la riqueza.
Me parece que muchos pecan, y algunas veces pecamos de poca autocrítica, y qué mejor que un refrán para explicar el tema que nos lleva a escribir hoy: “ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio” Por supuesto que todos nos equivocamos, aun no he encontrado una persona que sea perfecta y se no equivoque, ya sean amigos, familiares, un ayatola, el presidente de cualquier país o quien sea. Por lo tanto todo el mundo tiene una paja en el ojo, pero hay quien se equivoca más, y no solo tiene una paja o un pajar, tiene toda una viga, es decir su error es garrafal, hay que darse cuenta de él, y admitir que tienes una viga metida en el ojo que llega hasta el cerebro.
Por una parte, para darse cuenta de una metedura de pata hay de mirarse al espejo y darse cuenta del error. No pasa nada todos somos humanos, pero dependiendo de la gravedad y tipo de error tendremos que asumir unas u otras consecuencias, dado que quien tiene poder, tiene responsabilidad y hay que asumir los efectos de los errores.
No es malo equivocarse, aprender de tus errores, es la típica frase de “aprender a hostias”, si te pinchas con un cuchillo por jugar a ver si aciertas a dar entre los dedos, uno, o lo dejas de hacer, o dos, lo haces primero con algo no afilado para coger práctica y cuando aprendas, a hacer el loco con el cuchillo.
Pero para aprender de ellos tienes que admitirlos, no solo en ti mismo, si no al exterior. Que hubiera pasado si se hubiese ocultado toda la historia del mundo, los grandes errores, no podríamos aprender de ello. Como dicen muchas veces los filósofos, hay que determinar lo que no es para saber lo que es.
Orientando esto último al ámbito político: Todos los partidos políticos son perfectos, ninguno se equivoca, y esto es así porque defienden que la autocrítica ha de ser interior, no exterior, que para ser un triunfador hay que mostrar siempre una imagen de triunfo, y no. Hay que admitir la culpa y como he dicho, asumir las consecuencias, y esta admisión del error vista desde los ojos de los incultos y vanos críticos sin sentido humano, hará que crean que tu orgullo y tu carácter se ha visto mellado. Y si es así, necesitas autoconfianza en ti mismo, y seguir adelante, porque como muchas veces se dice: “lo que no te mata, te hace más fuerte”.
No somos superhéroes, no somos ficción, la autocritica interior, y exterior es necesaria en un sistema democrático como el actual. Hay que dejar de ser vanidoso y arrogante, y demostrar que somos humanos.
Un buen ejemplo sobre el humanismo es el teatro. Adoro el cine, me encantan muchos actores y actrices, los efectos especiales, las preciosas historias que cuentan, pero, y casi siempre hay un pero, en el teatro está la magia de la actuación en directo, que cada función es un mundo, y aunque el guión es el mismo, no se representa de igual forma (símil político). Pero no solo eso, hay un momento que me hace sonreír en cada obra de teatro, y es la forma de salir de un fallo de tu memoria, una equivocación que no has podido evitar.
Carlos Laorden López.
Mi padre dice que el primer paso para resolver un problema es saber que lo tienes. Supongo que con la autocrítica pasa algo igual, que mucha gente no se da cuenta de que tiene fallos, y se regodea de actitud ideal.
ResponderEliminarEn el fondo, sin embargo, siento que lo peor es saber que la estás cagando y no hacer nada por remediarlo. Es decir, ser consciente del error, y no hacer nada por arreglarlo.
No sé, todos nos confundimos y, como has dicho, equivocamos, pero quizás la mayor equivocación es no tener empatía alguna, no saber vernos en los demás.