En la humilde carrera de economía, nos inyectan ciertas obligaciones estudiantiles, como es el derecho, no digo que sea algo negativo desde luego, conocer nuestras leyes es muy importante al igual que es casi una maldición no conocer nuestras organizaciones estatales y como se entrelazan los ámbitos públicos, ya que al fin y al cabo, dependemos de ellos y es probable que más de uno acabe en sus filas, bien sea como funcionario o como político.
Hay una sencilla palabra en economía, eficiencia, que se usa diariamente en las clases de las universidades, en el trabajo, cuanto más eficiente seas más recursos ahorraras y por tanto mayor beneficio y si posees en grandes cantidades personales esta característica, vas a ser la crème de la crème. Básicamente es el uso de los mínimos recursos posibles para producir el máximo con ellos, optimizar hasta el último resquicio.
Existe un organismo constitucional, que personalmente simboliza lo contrario a la eficiencia, no le encuentro la utilidad y cada año que pasa estoy más y más convencido.
Desde la antigua Grecia hemos estado oyendo hablar de los senadores, también con los romanos, y así sucesivamente hasta la actualidad, pero me temo que al menos en este estado, se ha perdido el valor de ese título puesto que su actividad, su voto, que ha sido cedido por todos los ciudadanos, no vale nada. Cualquier proposición de ley que realicen nuestros electos senadores, ha de ser aprobada por el Congreso de los Diputados, sea lo que fuere, y si es rechazada por estos, no saldrá a delante. También podemos ver la contra, las leyes aprobadas en la cámara baja, han de pasar por el Senado para su consenso, pero existe una ligera diferencia con respecto a lo anteriormente dicho, y es que si es rechazado unánimemente por la cámara alta, en un plazo de dos meses volverá a ser votado en la cámara de origen, y si es de nuevo aprobado, se finaliza el proceso, es decir, la opinión del senado no sirve si no para retrasar la legislación y para hacer un gasto publico mayor en papeleo etc, en base, no se es eficiente en absoluto. Por supuesto es positivo que otra cámara, como es a la que nos venimos a referir, de su opinión, pero cae en la nada, si solo se queda en palabras.
Por mucho que sean los representantes de las comunidades autónomas, en todas se habla español, y en una época en la que todos insisten en el ahorro, en disminuir el gasto público, sinceramente no me parece cabal, dedicar 120.000€ al año porque a los señores senadores les apetezca hablar en los idiomas de sus comunidades. No estoy en contra de estos idiomas, ni mucho menos, me encantaría hablarlos, pero lo que no estoy dispuesto a aceptar es que en
una época en la que se está tratando de unificar todo mediante organismos internacionales, que se ha intentado crear una lengua común para todos, el Esperanto, en la que surgen comunidades unificadoras de comercio, monedas como el euro, nuevas totalmente, con las que mostramos millares de beneficios por la unión... y repito, no estoy dispuesto a aceptar, que se quiera dividir más un país que de por si tiene diversos problemas internos.
Puedo vislumbrar dos posibilidades, la primera es eliminar al Senado ahorrándonos, a ojo, 55.150.000€ al año, que no están nada mal, y otra opción, y este es otro cantar, que en un futuro, espero no muy lejano, podáis leer en este mismo blog, asignar el poder que poseen las comunidades autónomas en el ámbito legislativo, de forma que de una manera central se decidan las conveniencias de las comunidades autónomas.
Carlos Laorden López.
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