viernes, 25 de febrero de 2011

¿QUIEN TIENE EL PODER DEL CAMBIO?

El cambio es la ley que rige todo el sistema en el que estamos envueltos, este está engendrado por todos los ciudadanos, sin diferencia de sexos, clase social o ninguna otra divergencia, el cambio es conformado por la sociedad en su conjunto, y sobre esta base se establece el mundo tal y como lo conocemos hoy.
Todas las instituciones están formadas en mayor o menor mediada por una representación de la sociedad, las empresas están constituidas por individuos relacionados entre sí, por interacciones de utilidad y el ámbito público, gobierno, parlamento, ayuntamientos... están elegidos “directamente” por los ciudadanos.
Pero ¿Quién tiene el poder de cambio? No se puede uno desentender del ámbito que le rodea y pensar que no controla nada, esto es totalmente erróneo. Como parte de un conjunto más amplio, puedes defender tu postura en democracia. Existen procedimientos por los cuales puedes dar a conocer tu opinión, para que todos la escuchen y la apoyen quienes la compartan. Pero no solo eso, también puedes llevar a cabo ciertas acciones que no son propias del sistema como tal, es decir, no son movimientos formales, sobre papel, sino informales. Supongamos que el ámbito público, sobre el que hemos depositado nuestra confianza, aquel que cuenta con nuestra aprobación y que está donde está porque nosotros le hemos atribuido ese poder, comienza a fallar; no en el ámbito de la corrupción, sino en el ámbito de la pasividad, de la no respuesta ante los impulsos notorios de cambio de aquellos a los que representan. El primer paso es hacerles saber que nos siguen rindiendo cuentas y cuál es nuestra verdadera opinión sobre el asunto que están desatendiendo. En este caso quiero hacer referencia a la mala actuación de las empresas, del ámbito más privado de la sociedad. Este sector también ha de seguir los cambios de la sociedad y adaptarse a ellos, pero de una forma indirecta, puesto que a quien de verdad tienen que dar explicaciones de sus actos es al sector público, que es conformado por todos nosotros.
Uniendo estos dos conceptos, la mala actuación del sector público en materia de resolución de los malos hábitos del ámbito privado, contiene el primer paso ya comentado. En el caso en el que el sistema formal no pueda llegar a funcionar por la presión que ejercen las corporaciones sobre el estado y sus instituciones, se ha de dar el siguiente paso. El poder es del pueblo y para el pueblo, es decir, si creemos que alguien está actuando de una manera incorrecta conforme a nuestros principios y preferencias, tenemos la capacidad para que ese cambio se lleve a cabo. El segundo paso a dar será el ataque indirecto a la empresa en cuestión.
Cuando algo resulta demasiado caro, no puede ser consumido por aquellas personas que no pueden permitirse adquirirlo con su nivel de renta, si un articulo deja de maximizar las  preferencias, que a la vez son cambiantes puesto que todo está en continuo cambio, dejaras de consumirlo. Las preferencias del consumo pueden estar basadas, no solo en precios, o en sabor, o en belleza visual, también en gustos y preferencias morales. Con todo esto se pretende introducir el segundo cambio a dar. Es cierto que porque un individuo de la sociedad deje de consumir artículos de una empresa, esta no va a dejar de seguir dedicándose a esta actividad, pero que pasa si una mayoría de los que compran dicho objeto, dígase una camiseta, deja de comprarla. Si por algo se caracteriza este sistema es por la competencia perfecta, es decir, existen más empresas que venden camisetas, perfectamente podemos trasladarnos a la tienda de enfrente y dejar de consumir en la empresa cuya política moral no es la adecuada, aquella que desentona con nuestras preferencias morales. Pero esta lucha en el segundo paso de cambio no solo pasa por el consumo. Recordemos lo comentado al comienzo de este escrito: “Todas las instituciones están formadas en mayor o menor mediada por una representación de la sociedad”, es decir, que no solo no son nadie sin que nosotros les compremos sus productos, ¿Qué pasa si nadie quiere trabajar en sus fábricas?, o pongámonos en un caso más real, las fabricas están situadas en países del tercer mundo, no tenemos ningún control sobre esa producción directa, pero ¿Qué pasará si nadie quiere vender su ropa?,¿y empleados en nuestro país no quieren trabajar en una empresa cuya moralidad contraria a ellos? Puestos en este extremo, tendrán un stock tan elevado que no podrán seguir produciendo, a no ser que cambien su política de empresa y comiencen a cumplir con aquellos puntos que la sociedad quiere que la corporación cumpla, como puede ser el pagar un salario digno a los empleados del tercer mundo.
¿Y ya está? No, hay que darse cuenta que el primer ámbito, el público, no ha satisfecho nuestras preferencias como ciudadanos, por lo tanto otro cambio ha de sucederse, es decir, confiamos en ellos durante cuatro años (en el caso de España), y como tal, habrá que respetar ese tiempo, a no ser que sus fallos sean tan graves que la única solución pase por una moción de censura, pero nuestro deber como ciudadanos es hacer saber al ámbito público que nos rinden cuentas a nosotros, a los ciudadanos, y que por tanto, nosotros somos quienes tenemos el poder, en ámbito constitucionales, soberanía nacional, de esta forma no deberemos confiar de nuevo en ese gobierno y exigir sin ninguna duda un cambio para la siguiente legislatura.
¿Y aun hay personas que creen que no tienen poder de cambio?
Carlos Laorden López

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