En muchas ocasiones sucede, es conocido por la sociedad, en el ámbito del diseño de ropa, que las modas son en cierto modo cíclicas, como lo puede ser la economía. Los pantalones con determinada forma vuelven a ser vendidos años después, las camisetas de cierto estilo retornan al armario, y así podríamos seguir como con el uso de gorras o sombreros, pajaritas o corbatas, tirantes o cinturones.
En el sector textil podemos decir que no es relevante, la técnica de cortado y cosido por mucho que evolucione en 40 años, en el periodo en el que resurge un determinado estilo, se puede adaptar perfectamente a las prendas. Lo único que cambia es la cantidad de tela y la forma en la que al final queda la pieza de tela.
Existen una serie de modas que no son tan adaptables a los nuevos tiempos, puesto que se han de aplicar unas técnicas específicas, que tal vez hace 40 años, eran la normalidad, la regla, pero que hoy en día no se pueden adquirir dichos conocimientos tan fácilmente. En algunas ocasiones son muy pocas las personas que siguen conociendo la antigua técnica de forma correcta puesto que ha conseguido subsistir hasta el momento de la vuelta a duras penas.
Para que resulte un más sencillo de entender pondré un ejemplo práctico:
La peluquería ha evolucionado mucho en muy pocos años, de hecho, los cambios cada vez son más rápidos, lo cual no es de extrañar para cualquier persona de nuestro siglo puesto que esta velocidad esta instaurada en casi todos los sectores de la economía.
Antiguamente existían las peluquerías para hombre, que también eran barberías y por otro lado estaban las peluquerías para las mujeres, existía una clara distinción para sexos. Esto ocurría tiempo después de que las amas de casa o madres, se encargasen de cortar el pelo a los varones de la familia, lo cual, era muy típico.
Las técnicas evolucionaron, las maquinillas de afeitar aparecieron e inundaron nuestros cuartos de baño, la tecnología de las cuchillas, espumas y geles para el afeitado del rostro de los hombres. El oficio de barbero comenzó a desaparecer ofrecido muchas veces como servicio principal, antes que el corte de pelo, y la igualdad de sexos comenzó a hacerse notoria, llegando hasta tal punto que ya no tenía sentido que los hombres y las mujeres estuvieran separados en este sector.
Quién iba a pensar que la moda de la barba volvería, después de la aceptación social arraigada del hombre afeitado o como mucho de una barba muy corta y bien perfilada, o de los múltiples anuncios a cerca de los beneficios conyugales de afeitarse...
Las barberías que sufrieron décadas de vacas flacas pero que se han mantenido desde hacía años, son actualmente las únicas que mantienen el conocimiento de las técnicas necesarias para el cuidado, corte y perfilado de una barba que supera los dos milímetros de pelo. Las escuelas de peluquería se han despreocupado en este sentido y muchos de los profesionales ya están retirados o han fallecido sin pasar el testigo de su arte.
Esas mismas barberías que antaño tenían competencia en muchas esquinas de la ciudad, hoy, las dos o tres que quedan, son las únicas que pueden hacer frente a ese nicho de mercado creciente, que aunque sea fugaz como toda moda, ha incrementado los ingresos de estos locales de forma considerable.
Obviamente no es la panacea, la solución a todos los problemas el conocer técnicas que pocos más conocen en oficios casi abandonados, con actitud empresarial a medio y largo plazo, es lógico desechar ciertos negocios ya obsoletos, pero cuidado con la eliminación total, puesto que puedes tener la llave a futuro de una buena oportunidad.
Carlos Laorden López.
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